Su poder desinfectante no depende del pH, y posee una gran capacidad de permanencia, gracias a su largo tiempo de vida media.
Al estar producido in-situ, siempre se tiene un producto fresco.
El dióxido de cloro no reacciona con el amoníaco ni con sus derivados, por lo tanto no forman clorofenoles (compuestos con un olor desagradable), ni trihalometanos (THM) ni hidrocarburos clorados.
Con el dióxido de cloro, se pueden tratar sistemas de agua completos porque elimina la biocapa de tuberías y depósitos de manera fiable, siendo un gran tratamiento contra la legionela.